sábado, julio 01, 2006

Mulholland-Drive



(David Lynch, 2001)

Sueños, sexo y venganza.

"No hay banda"... Rebeca del Río cae desmayada pero la canción sigue. "Todo es ilusión"...

Y la dulce y triunfadora Betty se convierte en la fracasada y vengativa Diana (Naomi Watts).

Y la inocente y sumisa Rita se transforma en la cruel y dominante Camila (Laura Herring).

El bello sueño termina y da paso a una realidad insoportable. Realidad que aún en el sueño se inflitra bajo el disfraz de una misteriosa llave azul, de una mafia castigando al odiado rival Adam Kesher (Justin Theroux), de un extraño Club Silencio, y de una llamada telefónica que no es contestada pero que al final acaba con el sueño, ya devenido en pesadilla. Y también -y sobretodo-, bajo el disfraz de un intenso deseo sexual que aflora a pesar de los esfuerzos oníricos del inconsciente por olvidar.

Pero la vigilia no permite olvidar, y el odio se convierte inevitablemente en venganza, y la venganza en suicidio. El sueño muere con la realidad, y la realidad con la muerte.







2 comentarios:

La Soñadora dijo...

Dos mujeres atrapadas en el fuego del amor, del amor prohibido que lleva a una de ellas a vivir otra realidad.

¿No tenemos a veces que evadirnos de la realidad para vivir nuestras más anheladas fantasías? ¿No encontramos en los sueños precisamente ese espacio que nuestra imaginación necesita?

Santiago Stucchi-Portocarrero dijo...

En los sueños vivimos muchas veces nuestras más anheladas fantasías, pero también otras veces nuestras más terroríficas pesadillas. Lo deseado y lo temido, ambos pertenecen al mundo onírico.