martes, noviembre 02, 2010

Día de los muertos (4)

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Como en años anteriores, el día más fúnebre del calendario es fuente inspiradora para (irónicamente) infundir vida al presente blog. En esta oportunidad, y aprovechando una reciente visita al Cementerio de La Paz, citaremos algunos escritos* del poeta boliviano Gregorio Reynolds (1882-1948), relacionados en algún modo con el tema que nos convoca.


 
PANTEÍSMO
 
Yo quiero de tus lagrimas el póstumo tributo,
en gracia de lo mucho que por tu amor sufrí,
el día en que siguiéndome con paso irresoluto,
al campo santo vayas para volver sin mí.
 
Al convertirme en árbol, te ofreceré mi fruto,
será mientras exista mi sombra para ti...
después, cuando a mi vera, cual mármol impoluto reposes,
mis raíces han de abrazarte allí.
 
Bajo mi savia -¡oh virgen!- tu carne toda en germen,
ha de surgir de nuevo con todos los que duermen
en subterráneo génesis el sueño vegetal...
 
Y al envolver mi tronco tu floreciente traje,
arriba, luminosas, en el etéreo viaje,
daránse nuestras almas el beso sideral.

 
 
A UN CADÁVER

“Todos morir habemos. Hasta mañana hermano”
musita el Egoísmo. Le comprendes quizás…
Cruza tus manos rígidas sobre el signo cristiano,
Y transido de miedo, se te pone detrás.
 
Y con rumbo a la fosa, bostezo del arcano
que pronto ha de cerrarse para siempre jamás,
con rumbo al tenebroso dominio del gusano,
adonde iremos todos, con otros pies te vas.
 
Tu sangre corrompida –la vida está en la muerte,
en el crisol enorme que todo lo convierte-
será purificada debajo de una cruz.
 
Nutrirá las raigambres del rosal y la encina,
y luego, en las alturas, en conjunción divina,
será efluvio tu carne y tu espíritu luz.
 


C O N F O R M I D A D
 
Sin razón y sin rumbo, lleve mi andar
de anhelos desdeñados, por eso estoy
cansado del camino por el que voy
y sin saber adónde podré arribar.
Para sudario tengo –pobre juglar-
harapos de oropeles de ensueños…
Hoy,sin fúnebres guirnaldas y sin convoy,
quisiera que me lleven a descansar.
Tesoros de utopías mi alma sonámbula
ha entregado a la vida, vieja funámbula
que me ha ganado al juego mi corazón.
Y por eso a la vera de este sendero,
maltrecho y resignado la muerte espero.
¿No será la suprema desilusión?
 
 

* De "El Cofre de Psiquis" (1918).

sábado, septiembre 04, 2010

Reino o Imperio




El gobernante se dirige a sus ministros reunidos en pleno, y con la altivez propia de todo gran líder, proclama: "Que nuestra incontestable grandeza aclamada en todo el orbe, consecuencia inevitable de nuestras avasalladoras conquistas y abrumadora influencia mundial, nos han llevado a un momento histórico en el cual un arcano dilema cobra más vigencia que nunca: ¿Somos Reino o Imperio? La respuesta a tal interrogante -otrora esquiva y quizás dubitativa- deviene ahora en diáfana e incontroversial afirmación: ¡Somos Imperio!". Los ensordecedores aplausos interrumpen jubilosamente la buena nueva. "Que retrocedan aquellos mezquinos que envidiosamente minan nuestras luminosas esperanzas con oscuros augurios, nuestro portentoso sendero está ya trazado y ningún óbice impedirá nuestro glorioso futuro".
 
No muy lejos de ahí, un grupo de expulsados del naciente Imperio por interferir con los nuevos rumbos, partía hacia otros territorios, en donde poco o nada se sabía de las grandes conquistas ni alcanzaba la luz que acababa de ser aplaudida. Al mismo tiempo, la peste seguía cobrando víctimas entre los orgullosos súbditos que no habían jamás traspasado las fronteras, pero que bebían de las fuentes de sabiduría de sus gobernantes.


 

jueves, junio 24, 2010

Vade retro XXX


La Comisión de Justicia y Derechos Humanos de nuestro impecable Congreso de la República -crisol de sabiduría y virtudes ciudadanas- ha sumado a su reconocida trayectoria la reciente aprobación del proyecto de ley 3621-2009, que busca castigar con cárcel a todos los responsables de contaminar nuestra atmósfera mediática con "imágenes, mensajes o audios obscenos o pornográficos". El autor de tan edificante e histórica propuesta es nada menos que Ricardo Belmont Cassinelli, recordado inventor y difusor de las "pastillas para la moral", cuya devoción por nuestra infancia -amenazada inclementemente por calatas demoniacas que acechan desde cada quiosco, pantalla de TV o cabina de internet- diole el ímpetu necesario para emprender una auténtica cruzada contra "los procesos de degradación moral que se yergue en estos momentos sobre nuestra sociedad" (sic). Así, en su exposición de motivos, este santo varón deja en claro y en impecable castellano, que "no creamos lo que dicen los que defienden la pornografía de que sólo 'la más fuerte' (es decir aquella que exhibe directamente el acto sexual o los órganos sexuales) es dañina o ilegal. Pues hay estudios que confirman que la pornografía considerada 'leve' (la que se ve en algunos programas de televisión, diarios o revistas indecentes) causan más crímenes sexuales que la pornografía más desembozada y fuerte”. 

Estáis pues advertidos, majaderos abogados del porno light, nada de bikinis, falditas desvergonzadas ni pantalones apretados, arded todos en el averno, pues nuestro parlamento está aquí para proteger nuestras frágiles y descarriables mentes, y para librar a nuestros niños y adolescentes de malhadados vicios manuales, que deben preocuparnos más que minucias materialistas e irrelevantes como el analfabetismo o la desnutrición, asuntos imperceptibles cuando el espíritu se fortalece. Amén.

martes, junio 22, 2010

Alas

 
 
Ante sí se revelaba un horizonte pletórico de posibilidades, un vasto mundo por descubrir, abundante en misterios que incitaban su curiosidad, que despertaba luego de un largo y penoso letargo. Atrás quedaría la ominosa pesadilla del encierro. Pero, ¿de qué vale engañarse? En realidad, aquel claustro del que ahora pretendía huir y del cual despotricaba sin concesión, lo había albergado cuando más lo requería, en momentos de tormentosas vivencias. Es más, aquella celda sin luces había sido obra suya, aunque los recuerdos de tales hechos le resultasen hoy nebulosos a su memoria. No recordaba ya que el mundo nuevo al cual pretendía con ímpetu lanzarse era en verdad conocido, y sus supuestos descubrimientos no serían más que reencuentros con tiempos idos. No importaba. El reto se abría ante sus ojos, y el abismo insondable le resultaba irresistible. Sin embargo, no fue capaz en su entusiasmo, de percibir a tiempo un detalle. Ya no tenía alas...


martes, junio 01, 2010

Máscara




Sólo parcial y temporalmente atenuó el tiempo la angustia, pues tan perturbadora experiencia no podía evanescerse sin dejar huella. La duda referida a la existencia de los demás no halló jamás esclarecimiento completo, y aunque desprovista durante largos periodos de mayor repercusión emocional, hasta el punto de la autocrítica sarcástica -mas siempre discreta-, confirió de todos modos a su carácter un halo de inseguridad vital y una perpetua incapacidad para considerarse plenamente como parte de aquella entelequia que suelen los demás denominar humanidad. Se sabía humano, y como tal vivía y padecía, y compartía anhelos, alegrías y odios con sus pares. Pero esa distancia existencial resultaba infranqueable. Quizás los otros la vivían también, pero le restaban importancia; tal vez la sufrían igualmente, pero en silencio. Mejor era entonces disimular, camuflarse entre la gente, aparentar ser uno más. Crear una máscara que borrase ante el mundo tan aciago descubrimiento... el mismo hecho de considerarlo descubrimiento y no solamente idea, significaba que aquello había echado raíces en su mente, que lindaban con la conviccionalidad. No importaba, debía erradicar el concepto de esencia y privilegiar lo perceptible, en aras de su estabilidad. Ser parte del mundo, así fuese sólo en apariencia. Lo sería entonces en apariencia también para sí mismo. La intensidad de sus vivencias debía sepultar sus temores, neutralizando su poder corruptor, como la cal viva en los antiguos entierros. Pero la apariencia no deja nunca de serlo, y por más ahogado que se encuentre en excesos, el ego auténtico -o lo que haga las veces del mismo- finalmente regresa a la luz. Y vuelven las tinieblas...
 
 
 

lunes, marzo 29, 2010

Número 9




Un grupo de muñecos de trapo busca sobrevivir en un mundo hostil dominado por máquinas que por motivos desconocidos buscan su aniquilación. Tal es el aparentemente sencillo argumento de "Número 9", la película animada -a la que ya nadie llamaría de "dibujos animados" y menos aún "cartones"- dirigida por Shane Acker y producida por Tim Burton, que recientemente abandonó la cartelera local sin mucho éxito comercial (cosa que en nuestro medio suele ser más motivo de elogio que demérito). Digo sencillo en apariencia, pues la odisea de los peleles cuya génesis nace de nuestro apocalipsis, es pródiga en simbolismos que vale la pena tomar en cuenta, así sea con una dosis añadida de especulación propia.
 
Consideremos en primer lugar el tema del fin del mundo, pesadilla que no por recurrente abandona el imaginario colectivo, pues si bien la muerte individual representa el fin del individuo, permite no obstante la esperanza de un continuo histórico mantenido ad infinitum por los que nos heredan; el apocalipsis, sin embargo, acaba con esta continuidad, la supervivencia en los que vienen, el renacer perpetuo de cada nueva generación. Está en nuestros genes, al fin y al cabo, perdurar como especie, más allá de nuestra efímera corporeidad. Es ahí donde radica la importancia de los muñecos numerados, depositarios sin saberlo del alma de su creador (entendiendo "alma" en su concepto metafórico más amplio, y no simplemente en su limitada acepción mística): el descubrimiento de su misión, dará significado a su lucha y a su misma existencia, reducida hasta entonces a un anodino esconderse bajo las sombras. Como en la saga de "Terminator", el holocausto de la humanidad es producto de su propia inventiva ("nuestra ciega búsqueda por la tecnología" -dice la voz que inicia la película- "sólo nos llevó más rápido a nuestra destrucción"). La maquinaria bélica -hija consentida creada a imagen y semejanza del dios humano- termina devorando a su padre; recordemos que en "El planeta de los simios" es la bomba nuclear la causa de la degradación y final extinción del homo sapiens, la "bestia hombre" de la que debían alejarse los otros primates.
 
No es gratuito tampoco el anonimato colectivo de los protagonistas. Reducida su identidad a un número -tema planteado también en la serie "El prisionero" (leitmotiv de este blog) y en la película "12 hombres con ira"- el temperamento de cada personaje logra imponerse para lograr su individualización, aunque sea de todos modos necesaria su fusión final para la reconstrucción del ser que les infundió la vida, paradoja ontológica que no logra apreciarse nítidamente, pero que de todos modos podría avizorarse como epílogo. Disculpándome por la osada sugerencia.
 
No se trata pues solamente de una película para niños, aunque no deje de captar la atención de un público infantil cada vez más refinado en sus gustos, y que a veces pareciera superar en exigencia argumental a la mediocridad imperante en la cinematografía adulta "comercial".
 

viernes, febrero 26, 2010

Prinetti & Stucchi




Prinetti & Stucchi fue una compañía italiana de máquinas de coser, bicicletas y automóviles, fundada en Milán en 1883, por Augusto Stucchi y Giulio Prinetti. Contó inicialmente con la participación del ingeniero milanés Etore Bugatti (1881-1947), diseñador del triciclo motorizado Tipo 1 (1898). En 1901, Giulio Prinetti obtuvo el cargo de ministro de asuntos externos de Italia, abandonando la compañía, que pasó a denominarse Stucchi & Co. Bugatti entonces, partió a Francia, en donde estableció la fábrica de vehículos que llevó su apellido.

 
 http://www.bugatti-trust.co.uk/photographs/v/album-01/

La producción de automóviles Stucchi cesó en 1906. La familia Stucchi-Prinetti participó entonces en la fundación de la Società Generale Elettrica dell'Adamello (1907), y actualmente -emparentada con la familia Medici- es propietaria de la Badia a Coltibuono, monasterio fundado en 1051, conocido por su producción vitivinícola.

 
 
 
 
 

viernes, febrero 19, 2010

Soledad


 


Definitivamente algo había cambiado. No podía precisar qué exactamente, pero ya no era el mismo. La lenta progresión del proceso no le permitía precisar el inicio, y por tal motivo no había sido capaz de reaccionar ante los imperceptibles cambios que se habían estado dando. Pero con el tiempo, ya no cabía duda alguna. Hace no mucho las cosas iban bien, no todo por supuesto, pero el balance podía calificarse como positivo; la mayor parte de aquello que siempre había anhelado lo tenía, poco había por esperar. Pero ahora su existencia misma estaba en cuestionamiento, lo que era agradable se tornó desagradable y lo satisfactorio devino en insatisfactorio. Aunque el comienzo había sido muy sutil, al punto del no reconocimiento, de todos modos había hechos que podía recordar. Quizá episodios de inexplicable angustia, que en su momento fueron relacionados a eventos otrora anodinos, en un intento muy humano por explicar lo inesperado. Quizá la aparición repentina de preocupaciones por temas que hasta poco tiempo antes no hubieran causado en su conciencia más impresión que el de un diálogo de aquellos fácilmente calificados como discusiones bizantinas. Quizá una sensación muy leve pero paradójicamente abrumadora de náusea, pero no la náusea rápidamente progresiva que desencadena el vómito y se ve totalmente aliviada por éste; no, era una náusea, por explicarlo de alguna manera, difusa, corporal, una náusea que invadía todo su ser, una náusea vital. De ahí al alienamiento de lo cotidiano que lo embargaba ahora, ya en forma casi continua, no transcurrió mucho tiempo. Era todo lo que podía recordar y narrar con palabras medianamente inteligibles.

En realidad, la vida le había venido anunciando este cataclismo, recién ahora le quedaba claro. Recordaba ese episodio acontecido siendo niño, cuando súbitamente y en cuestión de segundos, el mundo se le tornó inexplicablemente extraño, en medio de una reunión familiar. Veía a todos como siempre, los escuchaba, los reconocía, interaccionaba en forma aparentemente normal, al punto que nadie notó cambio alguno en él. Pero algo no andaba bien. El entorno se le presentaba sin modificaciones objetivas, pero subjetivamente distinto; quizás la descripción más aproximada para tal situación fuese el ver las cosas como si hubiese sido transportado a una realidad paralela, en contacto íntimo con la nuestra, pero con una suerte de cortina infranqueable, invisible e intocable, pero monstruosamente real, pero real solamente para él. Sus acciones, su discurso, su sonrisa y hasta sus propios pensamientos le parecieron mecánicos, enajenados de su ser esencial, como si de una patética actuación se tratase.

Tan angustiante vivencia no duró mucho, afortunadamente, pero su desaparición no lo dejó incólume. Pensamientos totalmente nuevos invadieron su mente; mientras los otros niños dedicaban su tiempo a los estudios escolares y a los juegos, él quedó ensimismado en divagaciones filosóficas acerca de su propio ser y de los demás. Lo que era reconfortantemente seguro dejó de serlo, lo que tenía por tranquilizadoramente evidente no lo fue más. Partiendo de la imposibilidad de verificar en forma absoluta la existencia de los otros, llegó a la desoladora posibilidad de estar completamente solo en el mundo, rodeado únicamente de espectros engendrados por su imaginación anhelante de compañía. De algo sirvió confesarle tales razonamientos a su padre, quien no dudó en brindarle todo su apoyo. Pero solamente el tiempo atenuó la angustia, aunque fuese parcial y temporalmente...