viernes, agosto 31, 2012

A propósito de "misturas", "derecho a comer rico" y "booms de la comida peruana"

 


NUESTROS VENTRALES
Por Manuel González Prada (1907)
Horas de lucha

(...)

II


Refieren que en la época del Virreinato un personaje de Madrid, departiendo sobre cosas de América con un recién llegado de Ultramar, tuvo la ocurrencia de preguntarle. )Qué harán ahora en Lima? -Repicar y quemar cohetes, respondió el ultramarino, dando señales de conocer a los limeños de entonces. Si hoy, en alguna parte del Globo nos dirigieran la misma interrogación, nosotros no vacilaríamos en contestar: lo que en Lima hacen ahora es comer.

Los almuerzos suceden a los almuerzos, los lunches a los lunches, las comidas a las comidas, las cenas a las cenas. Se engulle sólidos y se bebe líquidos a punto que bajo el lema de Vida Social o Notas Sociales, los diarios serios han abierto una sección especialmente consagrada a contarnos dónde funcionan con mayor actividad las cucharas, los tenedores y las copas. Hay la bolsa culinaria, como hay la bolsa mercantil. Las redacciones parece que tuvieran personas encargadas de huronear en las canastas del recado para ver cuáles llevan una gallina, y husmear alrededor de los fogones para descubrir cuáles trascienden a extraordinario. El menú de las comidas merece lugar tan importante como la relación de una corrida o de una fiesta religiosa; así que todo buen periodista debe tener en su mesa de redacción un Arte de Cocina junto al Año Cristiano y a un libro de Tauromaquia.


Los diarios no necesitan afanarse mucho para inquirir noticias gastronómicas y llevar tanto la baja de los vecinos que ponen mantel largo como el alza de los que se limitan al puchero cotidiano: los anfitriones mismos se cuidan de llevar el dato al periódico, muy ufanos de reunir seis comensales y muy convencidos de ejercer una de las más altas funciones sociales al comerse un pavo y destapar una botella de champagne. Merced a la divulgación de los ágapes caseros, ya estamos en condiciones de no ignorar cuándo echa sus primeros dientes el hijo de un subprefecto y cuándo cumple los setenticinco la suegra de un ministro.


Los banquetes a los verdaderos y a los falsos personajes se repiten con frecuencia que raya en lo maravilloso, en lo inverosímil. Al pobre Candamo, con ofrecerle tanta comilona, le apresuramos su viaje para el otro mundo, a Menéndez Pidal le hicimos conocer indigestiones más serias que las producidas por el garbanzo y el gazpacho, a Sáenz Peña le dimos razón para sostener que una batería de cocina puede hacer tanto mal como una de Schneider-Canet, a Root no le derribamos de una buena enteritis por haber tenido la feliz idea de salvarse a tiempo. Vivimos en perpetuas bodas de Camacho. En las cinco partes del mundo no hay hombres más atareados que los marmitones de nuestros clubs y de nuestros hoteles. Las quijadas de muchas gentes han resuelto el problema del movimiento continuo, los vientres de muchas personas han denunciado profundidades mayores que las del Océano Pacífico.


Algunos dan señales de convertirse en sacos digestivos con el accesorio de tentáculos para coger la presa; otros andan en camino de volverse monstruos acéfalos y llevar en ambos hemisferios un simple conato de circunvoluciones cerebrales. Banquete al pasado y al futuro jefe de la Nación, banquete al senador y al diputado electos, banquete al nuevo juez de Primera Instancia, banquete al vocal últimamente jubilado, banquete al militar ascendido ayer, banquete al financista que llega, banquete al Encargado de Negocios que prepara su viaje, banquete al ganante de un premio en la lotería, banquete al héroe de heroísmos venideros, banquete al joven sesentón que piensa abandonar la vida de soltero. Todo el mundo disfruta de su banquete, menos las pobres mujeres que, sin embargo, tendrían derecho a la reciprocidad, ya que prodigan tantos beneficios y tantas gollerías a nuncios, delegados, arzobispos, obispos, canónigos, etcétera. Bien merecerían su convite las piadosas damas que suministran leche pura a los hijos legítimos de uniones católicas, mientras no darían ni agua con visos o amagos de leche a los hambrientos mamones concebidos en la inmundicia del pecado.


Ese banquetear de Lima (digamos de una fracción limeña) contrasta con la miseria general del país, da la falsa nota de regocijo en el doloroso concierto del Perú, es un escarnio sangriento a los millares de, infelices que tienen por único alimento un puñado de cancha y unas hojas de coca. Vemos la prosperidad de una oligarquía, el bienestar de un compadraje; no miramos la prosperidad ni el bienestar de un pueblo. Lima es no sólo, el gran receptáculo donde vienen a centralizarse las aguas sucias y las aguas limpias de los departamentos: es la inmensa ventosa que chupa la sangre de toda la Nación.


Esas quintas, esos chalets, esos palacetes, esos coches, esos trajes de seda y esos aderezos de brillantes, provienen de los tajos en la carne del pueblo, representan las sangrías administradas en forma de contribuciones fiscales y gabelas de todo género. Merced a las sociedades anónimas, todo ha sido monopolizado y es disfrutado por un diminuto círculo de traficantes egoístas y absorbentes. Fuera de ellos, nada para nadie, lo mismo en los negocios que en la política, salvo haciendo los postulantes el sacrificio de convicciones y dignidad. Consigna -la abyección y la obediencia.